La reciente tragedia del colapso estructural en el Jet Set ha dejado una huella de dolor profundo en nuestra nación. Como médico y ciudadano, me duele. Pero también creo firmemente que de ese dolor debe nacer una misión: convertir la tristeza en acción y la tragedia en transformación.

Queremos reconocer la rápida, valiente y coordinada respuesta de las agencias de emergencia ante la tragedia del Jet Set. Todos demostraron compromiso, preparación y entrega en momentos críticos. Su trabajo salvó vidas y dio consuelo en medio del caos.

Su actuación reafirma el valor de contar con un sistema de respuesta fortalecido y bien articulado. Son verdaderos héroes nacionales.

En medio de los avances en infraestructura prehospitalaria, hospitalaria y equipamiento de emergencia que celebramos en la República Dominicana, hay una verdad incómoda que seguimos ignorando: el trauma es la enfermedad más mortal, más costosa y más negligida de nuestra sociedad.

No discrimina entre rico o pobre. Puede impactar al ejecutivo en su vehículo de lujo o al mensajero en su motocicleta. Y lo hace todos los días.

Una tragedia con impacto nacional

Esta última tragedia debe ser punto de inflexión. En un país donde el trauma es la principal causa de muerte en personas en edad productiva y, por tanto, la condición médica con mayor impacto socioeconómico no podemos seguir sin un sistema nacional de atención integral, coordinado y moderno.

En el Distrito Nacional, con más de 1.3 millones de habitantes, aún no contamos con un centro de trauma designado, a pesar de ser uno de los países con mayor mortalidad por accidentes de tránsito, especialmente en motociclistas.

Ignorar el trauma no lo resuelve

El trauma es incómodo: es costoso, impredecible y altamente demandante. Las aseguradoras lo evitan. Los centros privados no lo priorizan. No es una condición “rentable”. Y por eso, nadie quiere asumirlo. Pero el silencio y la inacción no lo hacen desaparecer: lo agravan.

Reconocemos avances, pero debemos ir más allá. El trauma exige estrategia, coordinación y ciencia aplicada a nuestra realidad nacional. Requiere decisión política, diseño técnico y compromiso institucional.

El manejo del trauma no admite demoras. La “hora dorada” y los “10 minutos de platino” marcan la diferencia entre la vida y la muerte. Con rutas clínicas, equipos entrenados y centros designados, esos minutos se cuentan… y con ellos, vidas salvadas.

El trauma no es solo ortopédico

Uno de los errores más comunes y peligrosos ha sido asumir que el trauma es únicamente un problema ortopédico. Reconocemos el valioso rol del ortopeda en el manejo del trauma, especialmente en la fase de reconstrucción y recuperación funcional. Su trabajo es fundamental y digno de respeto.

Sin embargo, el trauma es una enfermedad multisistémica que mata principalmente por trauma craneoencefálico, trauma torácico y shock hemorrágico. Su atención requiere de especialistas polivalentes y equipos multidisciplinarios, que puedan actuar de manera coordinada y oportuna.

Esta percepción limitada del trauma como algo “solo ortopédico” muchas veces se debe al “sesgo del sobreviviente”: vemos más a los pacientes que sobreviven y llegan a la cirugía ortopédica, pero no vemos a los que mueren antes de llegar por lesiones neurológicas, torácicas o hemorragias masivas.

Valorar a todos los actores del sistema es esencial. Un verdadero sistema de atención al trauma requiere una articulaciónar armonizadae integral de:

Equipos prehospitalarios con capacidad de triage, estabilización y traslado adecuado.

Médicos de emergencia capacitados para liderar la fase aguda.

Cirujanos especializados en trauma.

Intensivistas expertos en soporte crítico.

Enfermería entrenada en protocolos de trauma y cuidados intensivos.

Disponibilidad urgente de sangre en el punto de atención.

Servicios de rehabilitación

El trauma no es exclusivo de una especialidad: es un desafío de todos.La respuesta al trauma cotidiano es el cimiento de la preparación ante desastres y emergencias masivas.

Es tiempo de actuar con visión y responsabilidad

Proponemos la construcción de un Sistema Nacional de Atención al Trauma, con los siguientes pilares:

Red de centros de trauma designados y multidisciplinarios a nivel nacional

Protocolos clínicos estandarizados y basados en evidencia

Red prehospitalaria coordinada con acceso a sangre y recursos críticos

Capacitación continua del personal

Registro nacional de trauma y vigilancia epidemiológica.

Programas de reintegración social y laboral post-trauma.

Esto no solo salvaría vidas: fortalecería la salud pública, la productividad nacional y la cohesión social.

La República Dominicana ha demostrado capacidad en sectores como el turismo y la industria. Ha llegado el momento de aplicar ese mismo empuje al área social más crítica: el trauma, una condición cara para tratar… pero mucho más cara para ignorar.

Nuestro compromiso

Como especialista en medicina de emergencias y cuidados críticos del trauma, he tenido el privilegio de colaborar en sistemas de trauma en más de una docena de países. Hoy estoy listo para aportar esas lecciones a mi país. El conocimiento, la experiencia y la voluntad existen.

Reafirmamos nuestro compromiso con la ciencia, la salud y la vida. Porque cada minuto cuenta. Y cada vida también.

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