Érase una vez un soldado muy valiente, caminando por el mercado, vio a la muerte haciéndole señales amenazantes. Retrocedió, corrió al palacio y le contó al Rey lo ocurrido, luego le pidió su mejor caballo, el más veloz, para huir lejos, muy lejos hasta Samarcanda.

El Rey lo complació, y el soldado huyó. Molesto, el monarca convocó a la muerte a palacio, le recriminó haber amenazado a su mejor soldado, quien huyó y se llevó su mejor caballo.

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